lunes, 25 de junio de 2012

Gramsci: ¿ qué es la cultura popular?


Gramsci: ¿qué es la cultura popular?

Publicado por Anaclet Pons en noviembre 18, 2011

El volumen, que cuenta con una magnífica portada con el sello de Víctor Serna, ha sido editado por PUV. Así empezamos el estudio introductorio:
“¿Qué es la cultura popular? ¿Por qué Antonio Gramsci? Enumeremos lo que de él mejor se conoce. Gramsci fue un líder marxista detenido por el régimen mussoliniano en 1926, siendo diputado y principal dirigente del partido comunista que había contribuido a fundar; fue un preso político que empezó a escribir unos cuadernos en la soledad de su celda a partir de 1929, cuando obtuvo la autorización pertinente para poder utilizar tintero y pluma; fue un agitador y revolucionario, de frágil, de enfermiza constitución, que vio consumirse poco a poco su escaso vigor y su quebradiza salud en aquel encierro, cosa que le obliga a abandonar esa escritura tras años de lectura filtrada y censurada por los responsables de la prisión. Vivirá hasta 1937, poco después de haber sido liberado de la cárcel. Así pues, la pena a la que había sido condenado, de veinte años, cuatro meses y cinco días, no se cumple. Una campaña internacional a su favor facilita la concesión de varias amnistías, lo que le permitirá abandonar el penal para morir poco después, el veintisiete de abril de aquel año, en la clínica Quisisana de Roma como consecuencia de una hemorragia cerebral.
¿Qué puede aportarnos alguien así, cuyos escritos misceláneos no tienen, no podían tener sistema? ¿Qué hay de perdurable en unos cuadernos que son fragmentarios y siempre provisionales? Para fundamentar esta obra que el lector tiene ahora entre sus manos y para destacar la originalidad del autor, se nos permitirá partir de un mito literario bien conocido: Robinson Crusoe. Como sabemos, el personaje de Daniel Defoe es un náufrago: habiendo pertenecido a la tripulación de un buque bien pertrechado, el joven ha de sobrevivir en una isla tras la tormenta que hunde su navío. Robinson desoye los consejos del padre, un buen burgués que había tratado infructuosamente de frenar sus ansias aventureras, y se embarca con consecuencias desastrosas. O no, pues no era tan adverso su destino si había conseguido mantenerse con vida. En principio sólo parecía tener condiciones de marinero, pero, pronto, la necesidad de supervivencia y la estricta soledad le fuerzan a organizarse. En efecto, el joven burgués descubre su destreza, la de un tipo habilidoso que, tras recoger los pecios del barco, se construye un entorno defensivo. La naturaleza furiosa, que lo ha puesto a la deriva, es después una amenaza constante para la frágil constitución del náufrago: al fin y al cabo, Robinson sólo es un muchacho que ha de aprender a vivir por su cuenta tras haber sido arrojado a una isla de la que nada conoce. De entrada, cree ser incapaz de elaborar cosas, objetos materiales. Sin embargo, poco a poco saca de su interior esas cualidades de fabricante que tiene y que ignoraba poseer: un repertorio de conocimientos que había aprendido en su Inglaterra natal. Como dirá Karl Marx en algún pasaje de su obra, Robinson no es un tipo incompetente o sin habilidades: al contrario, al menos potencialmente ha sido socializado en múltiples saberes y destrezas de las que ahora saca fruto. No es, pues, un individuo desnudo y sin atributos. Es portador de la cultura inglesa, añade Marx. En efecto, ha sido educado en una familia de comerciantes, sabe leer y escribir y, por tanto, ha enriquecido su mundo interior con libros y erudiciones que no actualizará completamente hasta que la necesidad le obligue a ello. Poco a poco irá descubriendo que Inglaterra le ha dado la capacidad para obrar y para crearse un espacio hospitalario, que es lo que bien pronto hace. La primera parte de la narración es un relato de sus mañas como fabricante, pero también de sus cavilaciones, de su pericia para sobrevivir con audacia e imaginación en un entorno que se lo niega todo.
Evocar la figura de Robinson hablando de Gramsci no es una arbitrariedad. El personaje de Daniel Defoe será un referente personal, biográfico, durante toda su vida. Incluso cuando esté en la cárcel: o precisamente por ello. Recordará la novela como texto fundamental, como el libro que todo muchacho debería leer para soñar, para imaginar la libertad de los mares. Aquel volumen, disfrutado cuando era muy jovencito, había hecho de él un “intrépido pionero”: en efecto, le obliga a adoptar hábitos bien curiosos. Por ejemplo, no salir nunca de casa sin llevar en el bolsillo algunos granos de trigo y cerillas envueltas en un trozo de tela encerada: vamos, lo básico para sobrevivir por sus propios medios si la fortuna lo arrojaba a una isla desierta”.

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