lunes, 25 de febrero de 2013

Inventario Uno.

Si existe un libro que durante años nunca he dejado de leer, un libro de aquellos que uno coge de vez en cuando, ya conociendo sus resultados, es sin duda Inventario Uno,  recuerdo que fue un Viernes después de una jornada larga en la Universidad que mi padre con su gesto de hombre trabajador me invito a lo único que él sabe podemos compartir después de una semana agotadora, una buena lectura. Él conoce de mi encanto por la poesía, quizás sea que me sorprende de sobremanera tanto sentimiento impregnado en pocas y complejas palabras, un juego casi perfecto, como la conquista misma del corazón, pero sin ese sabor a miel que las telenovelas nos han inculcado actualmente. Mientras recorríamos la librería le comentaba de mi gran sueño, tener mi propio cafe literario en Antofagasta, un espacio pequeño pero acogedor en donde las personas puedan entrar coger un libro y beber un rico café o jugo, en buena compañía o con una cálida música, mientras me observaba me indico " creo que hoy deberíamos comprar un libro", por supuesto que en mi mente ya tenía la idea clara, necesitaba un libro especial para esos días,  que me acompañara siempre  en los diversos espacios, y eso solo lo puede hacer Benedetti, y sin dudarlo opte por su antología de poesía. 

Inventario Uno es un libro sólido, distante pero a la vez acogedor, como esos padres estrictos pero con una ternura conmovedora, un libro que no se agota nunca, respecto del cual se puede recorrer cada una de sus páginas encontrando algo nuevo, creo serán alrededor de 5 años que tengo la oportunidad de que Benedetti me acompañe en esta colección, en uno que otro minuto de silencio o de pausa en el estudio me detengo, giro mi silla y aprovecho de recorrer sus hojas, una entretención que no se acaba y una densidad de sus frases que deja a tú mente predispuesta para continuar, pero lo que mas me gusta de Benedetti es su sencillez, quizas esa misma sencillez que llevo a mi padre a invitarme ese día a la librería, un espacio que escapa a lo ostentoso de nuestra ciudad ( aún cuando creo que la situación de los libros n nuestra ciudad es deprimente, y que puede ser menos ostentosa respecto del monopolio en la venta, pero ello corresponde a otra discusión). Al final de ese gesto culminamos como siempre tomando un café en alguna calle de la ciudad, yo comentando el libro y disfrutando su primera lectura, enseñando a mi padre los motivos que me llevan a leer poesía ( sin tener ningún conocimiento acabado sobre el tema), pero sobretodo el aprecio y respecto que tengo por Benedetti, esa sencillez de disfrutar las pequeños gestos y oportunidades de la vida, la sencillez de un padre que en medio del café y mientras miraba el libro sobre la mesa exclama :" Ojalá el sistema permitiera que muchos  niños y niñas  tengan la oportunidad de compartir un libro con sus hijos, y el sistema no nos consumiera tanto en el trabajo y las obligaciones, que no se pierda nunca el bello momento en que un padre o una madre goza de un cuento con su hijo o hija, al final ahí nace el cambio, o al inversa como me sucede a mí un hombre que no tuvo mayor educación que la de un muchacho que llego a cuarto medio, que hoy tiene la oportunidad de leer un poquito de poesia cuando su hija lo detienen entre tanto trabajo para leerle a Benedetti".

Por eso recomiendo este libro, y les dejo uno de los poemas que aguardan en sus hojas, uno de mis favoritos.

Hombre preso que mira a su hijo.
" Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quien se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas.


Que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos.



Realmente no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan solo una palabra aguda
que muerte era tan solo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.



Olvidaban poner el acento en el hombre.



La culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y estos sí
cómo nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.



Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos.



Por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos.



Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.



Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.



Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre.



Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.



Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas, hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.



Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.



Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos.



Y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa.



Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.



Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza.



Por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder.



Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere.



Llora nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos.



Gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos, maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse.



Llorá
pero no olvides."

Benedetti, Mario,  Inventario Uno, Editorial Seix Barral Biblioteca Breve, pag 235.



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